(Lc 11,29-32) |
Dentro de lo más profundo del hombre está sellado el camino del bien, y las prohibiciones del mal. Y el hombre sabe a qué atenerse. Y conoce su origen y por donde debe caminar. Al menos debe intentar buscarlo. Sin embargo, no se contenta con eso, sino que exige más pruebas y signos que le responda a las ideas que el mismo se ha formado. Quisiera encontrar un Dios tal cual él lo piensa y lo quiere.
Pero a eso no le responde el Señor. Jesús, el Hijo de Dios vivo, ya ha dejado su Mensaje y su impronta, la Cruz. Su Muerte y Resurrección. Su Pascua, tras la cual, después de ser flagelado, martirizado, juzgado y condenado, fue crucificado en la Cruz, muerto y sepultado. Para Resucitar al tercer día. No hay más señales ni más mensajes. Ese es el kerigma del cristiano y del creyente. No hay más.
Igual que sucedió con Jonás, arrojado al mar para salvar a aquella tripulación del naufragio, y fue luego signo de salvación para los ninivitas, que creyeron en él. Así será con Jesús, el Hijo de Dios, para esta generación. Ayer me preguntaron el por qué creía yo en Jesús. Y confieso que, en el contexto de la catequesis no me vino al instante la respuesta correcta. Pero no tardó muchos minutos en despertar dentro de mí.
Y respondí: "Porque Jesús ha Resucitado. Porque si no fuese así, me iría ahora mismo de aquí (e hice ademán de salir por la puerta). Jesús ha Resucitado y está ahora mismo aquí, entre nosotros. Por eso, al empezar la catequesis le invocamos en su Espíritu, para que se haga presente espiritualmente entre nosotros. Así de simple, porque Él nos lo ha dicho: "Dónde están dos o tres reunidos en..." Mt 18,20.
Por eso creo en Jesús, porque todo se ha cumplido en El. Todo lo profetizado hasta su Resurrección. Jesús vive y es el Signo por excelencia de la fe de todo creyente.
Por eso creo en Jesús, porque todo se ha cumplido en El. Todo lo profetizado hasta su Resurrección. Jesús vive y es el Signo por excelencia de la fe de todo creyente.
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