(Mt 5,17-19) |
En todas las religiones es el hombre quien busca respuestas a sus interrogantes trascendentes. Todos se preguntan por el más allá y por la eternidad. Pero no dan respuesta ni pasos adelantes. Todo se queda ahí. Sin embargo, en el cristianismo ocurre todo lo contrario. Es Dios quien se hace presente, te busca y te llama. Así ocurrió con Abraham y también con Moisés.
Nuestra fe es una fe que nos viene de arriba, de la manifestación de Dios. El viernes pasado - (Mt 21,33-43.45-46) - vemos cual ha sido nuestra respuesta a la búsqueda de Dios enviando a su propio Hijo. Es Dios quien nos busca y nos provee de lo necesario para que le podamos responder. Sabe de nuestras debilidades y tentaciones. Conoce nuestros fallos y pecados, y viene a salvarnos.
Elige a su pueblo y en él se hace presente. Es un Dios cercano que, buscándonos, se hace presente entre nosotros por medio de su Hijo. Viene a rescatarnos del pecado. Y no viene a abolir nada, sino a perfeccionarlo. Viene a sacarnos de nuestros errores y de nuestros cumplimientos hipócritas y falsos. Viene a despertarnos y a revestirnos de verdadero amor. Porque, es el amor el fruto que contiene el perdón. Un fruto nacido de la fe, regalo de Dios.
Dios que nos busca para iluminarnos con su Palabra y alumbrarnos el camino con un amor misericordioso de donde nacen los frutos del perdón, envía a su Hijo para que nos revele y enseñe su verdadera intención de salvarnos por verdadero amor. No se quita nada, sino donde ya estaba la Ley y todos sus cumplimientos se pone ahora el amor. Y todo reluce y transpira esa capa misericordiosa que le da un baño nuevo de verdadero tesoro en Espíritu y Verdad.
Dios enviá a su Hijo para que nos revele su verdadero Rostro. Ese Rostro Divino que nos ama con un amor misericordioso que nos perdona y nos salva.
Elige a su pueblo y en él se hace presente. Es un Dios cercano que, buscándonos, se hace presente entre nosotros por medio de su Hijo. Viene a rescatarnos del pecado. Y no viene a abolir nada, sino a perfeccionarlo. Viene a sacarnos de nuestros errores y de nuestros cumplimientos hipócritas y falsos. Viene a despertarnos y a revestirnos de verdadero amor. Porque, es el amor el fruto que contiene el perdón. Un fruto nacido de la fe, regalo de Dios.
Dios que nos busca para iluminarnos con su Palabra y alumbrarnos el camino con un amor misericordioso de donde nacen los frutos del perdón, envía a su Hijo para que nos revele y enseñe su verdadera intención de salvarnos por verdadero amor. No se quita nada, sino donde ya estaba la Ley y todos sus cumplimientos se pone ahora el amor. Y todo reluce y transpira esa capa misericordiosa que le da un baño nuevo de verdadero tesoro en Espíritu y Verdad.
Dios enviá a su Hijo para que nos revele su verdadero Rostro. Ese Rostro Divino que nos ama con un amor misericordioso que nos perdona y nos salva.
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