domingo, 9 de abril de 2017

SEMILLA POCO PROFUNDA

 (Mt 26,14—27,66)
Cambiamos de criterios con facilidad. Hoy pensamos y expresamos esto, pero mañana podemos estar en las antípodas sin ningún remordimiento. Actuamos con cierta irresponsabilidad, o somos veletas al viento. O, lo de siempre, sin ninguna coherencia. No se puede hoy ver esto blanco y mañana negro. Si así sucede es que pasa algo. Seguramente no se ha profundizado lo suficiente ni se ha experimentado ningún encuentro o experiencia vital.

Jesús fue aclamado a la entrada de Jerusalén. Lo celebramos y escenificamos en el domingo de Ramos:<¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hasanna en las alturas!>.  Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: <<¿Quién es este?>> La multitud contestaba: <<Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea>>

Sin embargo, pocos  días después todo cambia. Juzgado y condenado a muerte. Muchas veces me he preguntado que papel jugaría yo de haber nacido en esa época y estar entre los judíos de aquella ciudad. ¿Qué diría yo frente a Jesús? ¿Le acusaría o le defendería? ¿O quizás pasaría de largo e indiferente? La realidad que no estaba allí, pero si es real que estoy hoy aquí, 1984 años aproximadamente después, contando que Jesús tendría sobre 33 años en ese momento.

Y tengo la misma oportunidad de elegir y de definirme. ¿Estoy con Él, o le condeno? Las circunstancias varían poco. Si bien tengo mucha ventaja. Sé lo que sucedió, transmitido por los apóstoles y por la Santa Madre Iglesia, y lo que viene sólo me toca a mi decidir. Creo en Él o no creo. Lo que equivale a lo mismo si hubiese estado allí: ¿Le condeno o le absuelvo y creo en Él?

Tú y yo tenemos la palabra. Podemos elegir el camino. Yo continúo detrás de Él. Me esfuerzo en seguirle y en pedirle fuerza y voluntad para no desfallecer y llegar a mi propia cruz entregándome, con Él, por amor a todos los hombres.

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