lunes, 29 de mayo de 2017

MUNDO DE MUERTE

(Jn 16,29-33)
Vivimos rodeado por la muerte, y eso no nos debe asustar, sino todo lo contrario, debe servirnos de motivo para continuar el camino con más ánimo y fe. Porque, no sólo es muerte la pérdida de la vida, sino también la de un amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto, la debilidad ante nuestras pasiones. Morimos cuando hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer aquello que pensamos que era el bien y mejor para todos desde la verdad.

Vivimos tentado por los valores del consumismo, el capitalismo, la sensualidad y el materialismo. Quedamos atrapados en un mundo que nos cerca y nos tienta. Y, heridos como estamos, sucumbimos a estas seducciones y tentaciones. Ante esta realidad no podemos pensar que el camino sea fácil ni alegre. La lucha, por levantarnos y hacer lo que pensamos que es bueno y de acuerdo con el Evangelio, se hace dura y difícil. 

No obstante, descubrimos que no estamos solos. Dios nos busca y, en su Hijo, se nos hace presente para relevarnos su Amor y Misericordia. Él ha vencido al mundo y nos lo dice para animarnos y descubrirnos que, también nosotros, en Él podemos hacerlo. Porque su Misión es esa. Ha venido para liberarnos de todas esas inclinaciones y esclavitudes inherentes a nuestra naturaleza humana. Somos esclavos de nuestro pecado y, el Señor, quiere y viene a salvarnos. Ahí, a pesar de la lucha y su dureza, reside nuestra paz y nuestra alegría. 

Estamos alegres porque sabemos que el final será el triunfo. Cristo y yo mayoría aplastante. Con Él, no sólo que podamos vencer, sino que vencemos. Estamos seguros y esa es nuestra fe. Nos apoyamos en Él, y, aún sabiendo todas nuestras flaquezas y debilidades, no perdemos la esperanza y la alegría de, reconociéndonos pecadores, sabernos perdonados y salvados por su Infinito Amor y Misericordia.

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