(Mt 28,16-20) |
Son sus últimas Palabras antes de ascender a los Cielos a la derecha del Padre. Son Palabras de esperanza, de amor y de autoridad. Palabras que nos confortan, nos fortalecen y nos llenan de gozo y de alegría ante todas las dificultades y tropiezos del camino. Porque estamos con el Señor y el mismo nos lo ha dicho: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
Jesús, el Señor, lo puede todo. Y todo lo que hará será para el bien de sus amigos, pues ya no nos llama siervos, sino amigos - Jn 15,15 -. Hará lo que nos conviene, y nadie mejor que Él sabe lo que nos conviene a cada uno. Sin embargo, algunos dudamos, tal y como también dudaron algunos de sus discípulos. Y Jesús nos repite que Él es el Señor, y lo puede todo.
Por eso, enviado por el Padre, ha venido a ofrecernos la liberación y a salvanos. Ha venido a liberarnos del pecado, de la ignorancia de creer que sin Él podemos encontrar la felicidad. Necesitamos creer en Él, porque en el mundo y en sus cosas no encontramos la felicidad. Esa es nuestra experiencia, la muerte. Es lo que nos ofrece el mundo, pues detrás de todo lo que nos ofrece se esconde en sin sentido y el vacío.
Sólo en el Señor encontraremos esa felicidad que buscamos y que experimentamos dentro de nosotros cuando estamos en y con el Señor. Y, Él, se va a los Cielos, a la derecha del Padre, a prepararnos un lugar para luego, en su segunda venida, llevarnos con Él.
Se va, pero nos ha prometido que estará con nosotros hasta el final de los tiempos. Y el Señor lo que dice lo cumple. Así ha sido hasta su Resurrección y Ascensión a los Cielos.
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