Lc 2,36-40 |
No se está con Dios por las oraciones y cumplimientos, sino por el trato con el prójimo que lo descubre el amor. En la medida que ames a los que viven a tu lado y se cruzan contigo en este mundo, estarás también amando a Dios. Entonces, serás madre, padre, hermano e hijo del Señor Jesús. Porque, son esos los que cumplen la Voluntad del Padre los que serán como María.
Necesitamos estar cerca para, luego, contagiar de su Amor. Y estar cerca no consiste en amar sólo al prójimo, sino también relacionarte en la intimidad de tu corazón con el Señor. Y te relacionas con tus oraciones y con la práctica de los Sacramentos. En especial con la Penitencia y la Eucaristía, el alimento que nos sostiene y nos da la Vida.
La profetiza Ana supo sostenerse en contacto con el Señor. Ella tuvo la dicha y el gozo de descubrirlo. No se separaba del templo haciendo ayuno y oraciones y, en consecuencia, el Espíritu la movía a hablarle a todos de aquel Niño. Su testimonio nos marca el camino a seguir. Si nos quedamos en el mundo quedaremos a su merced. Las pasiones de la carne, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero nos alejarán de Dios.
No perdamos el norte de nuestra vida y perseveremos en la esperanza de vencer al mundo permaneciendo injertado en el Espíritu Santo y sosteniéndonos fieles a la Voluntad del Padre, que no es otra sino la del esfuerzo por amar.
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