martes, 6 de marzo de 2018

EL PERDÓN, ALGO INALCANZABLE PARA EL HOMBRE

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Mt 18,21-35
Nuestra naturaleza humana no nos permite perdonar. A lo sumo lo podemos hacer una o dos veces, pero eso de soportarte y aguantar tus ofensas e insultos no va con nuestra naturaleza humana y no lo resistimos. ¿cómo puede Jesús, el Señor, pedirnos que perdonemos? Lo asombroso es que nos lo pide, pero nos perdona Él primero. Perdona nuestra poca fe; perdona nuestras ofensas e indiferencias; perdona nuestra terquedad y nuestra incapacidad para amar. El Señor no se cansa de perdonarnos. Su paciencia es Infinita.

Y, siendo tan bueno, ¿cómo que nos impide algo imposible para nosotros? No encaja eso en el testimonio de Amor que nos demuestra el Señor dando su Vida por salvar la nuestra. Algo debe de haber que nosotros no entendamos. Necesitamos, pues, fiarnos, creer en Él y confiar que si nos lo pide es porque podemos hacerlo. La clave está en no intentarlo desde nuestras propias fuerzas, porque fracasaremos. El secreto está en hacerlo injertado en Él. Dejarnos asistir y auxiliar por el Espíritu Santo. Entonces sí podremos vencernos y ser capaz de amar como Él nos propone.

Siempre nos será difícil,  pero en Él podemos salir victorioso y crecer en amor. Ese es el mandato del Señor, amar como Él nos ama, y eso supone perdonar también como Él nos perdona. Un perdón que no busca recompensa ni respuesta, sino simplemente perdonar, porque en el perdón está tu propia felicidad. En la medida de tu amor y perdón se esconde tu felicidad. Esa felicidad que buscas y que anhela y que, quizás, estabas buscando en el poder y el dinero. Y que sus resultados te dejaban más vació e insatisfecho.

Jesús nos pone el ejemplo de aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos en donde observamos como responde el hombre a la compasión que su rey tuvo con él, respeto a la que tiene él con uno de sus compañeros que le debía.  Y es que el hombre, echadas las cuentas, se niega a perdonar o mide estrictamente su perdón a la baja, buscando quizás un beneficio o algo que le dé ventaja o cierto interés. La gratuidad no existe en nuestros endurecidos corazones. Pensemos en la necesidad que tenemos de perdonar, porque también nosotros necesitamos ser perdonados.

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