Jn 8,51-59 |
Nuestro mayor error está en buscar razones y argumentos que nos demuestren sin lugar a duda que Jesús es el Hijo de Dios, porque no se nos dará a conocer. Él es el Amén del Padre y en el que ha puesto toda su complacencia. Él es el enviado por el Padre y presentado en el Jordán. Él es el recomendado, el predilecto, el Hijo amado al que el Padre nos remite que escuchemos y que hagamos lo que nos dice.
Y no hay más caminos ni más razones. Jesús es el signo del Padre, la prueba más plena y última de la revelación del Padre a los hombres, y el testigo más cualificado y garante que el Padre nos presenta y nos da como testigo de su amor. El es la historia y el plan que el Padre ha pensado para revelarnos su Amor y salvar a todos los hombres. Él es el Camino, la Verdad y la Vida de todo hombre que se precie de amar la vida plena y gozosa en el amor.
A nadie se le ha preparado el camino como a Jesús, el Hijo de Dios. Él fue contemplado a lo largo de la historia de salvación y profetizada su venida. Su Vida ha sido detallada y anunciada palmo a palmo por los profetas y hasta la procedencia de su casa y su nacimiento. Fue profetizado su nacimiento de una Virgen y, su aparición en la vida pública fue ya anunciada por el último profeta a su venida, su primo Juan el Bautista. ¿Cómo es posible que los suyos, su propio pueblo, no le reconocieran?
Tú, Señor, eres el testigo máximo, la prueba del amor de Dios y la Resurrección y la Vida. Son ridículos los argumentos con los que el hombre quiere rechazarte y echar abajo tu testimonio y prueba de amor. Y tan ridículo que comenten disparate tras disparate. La Cruz y la Resurrección es la Palabra de la Palabra. La Vida ha vencido a la muerte y al pecado. Hombre de poca fe, abre tu corazón a la Verdad y déjate invadir por la Gracia de Dios.
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