Mt 9,9-13 |
Nos ocurre hoy también, y a nosotros mismos. Confesar tus posibles faltas es señal de que quieres corregirte, porque quienes las esconden están significando que desean persistir en ellas, o no tienen fuerzas o suficiente fe para creer que Jesús puede liberarles de esas ataduras.
Porque, Jesús busca y elige a los que están manchados y quieren limpiarse. Ha venido para eso, para limpiar a los manchados y sucios por los pecados. Posiblemente, los que miran y señalan y no ven su suciedad seguirán manchados y terminaran por ser pastos del pecado. Indudablemente, por que no decirlo, suscita envidia y deseos de critica. Ver a Jesús con aquellos pecadores da coraje y, difícilmente podemos evitar la critica. Mateo era un hombre posiblemente odiado por el pueblo, un aliado administrativo con el poder romano, y todos los que le acompañaban serían de la misma calaña. Abstenerse de criticarlos negativamente se hacía muy difícil.
Pero, ¿a quién curar y perdonar entonces? Quienes no reconocen sus pecados no permiten que se les perdone. El primer paso es darte cuenta de tu mancha y de desear limpiarla. Hace falta humildad y arrepentimiento. Y son a esos a los que busca Jesús. No tienen necesidad de médico aquellos que se consideran sanos y limpios, sino los sucios, manchados y llenos de pecados. Hace falta, no rencor, ni venganza sino Misericordia. Eso es lo que nos salva, el Amor Misericordioso de nuestro Señor Jesús.
Una hermosa y buena lección que nos puede ayudar, si queremos limpiarnos, a ver nuestra miseria, nuestra humanidad débil y pecadora y a desear aceptar la Misericordia de nuestro Padre Dios para que nos limpie dándonos gratuitamente y sin merecerlos su perdón.
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