Jn 5,12-16 |
Posiblemente, muchos de nosotros estemos vacunados contra la fe, y por muchos testimonios que veamos y hasta presenciemos no dejamos que la fe llegue a nuestros corazones. Sin embargo, el Señor está siempre pendiente y atento a nuestras súplicas. Esto ocurrió en el Evangelio de hoy, se acerca un leproso a Jesús, enfermedad casi incurable en esa época, y le súplica que le cure. Y el Señor responde con compasión y viendo su fe le cura.
Ese ayer corresponde también a hoy. Porque, el Señor es del ayer, del presente y del mañana, y está en estos momentos presentes en tantas personas enfermas, físicas y espiritualmentes, que de suplicarle las curará. Quizás no sea una curación a nuestro gusto, pero sí la curación que realmente necesitamos. Tengamos en cuenta que lo principal es limpiar nuestra alma de tantas impurezas y pecados cometidos, y que la verdadera curación es salvarla para el gozo de la vida eterna.
Nuestro mayor pecado es la carencia de nuestra fe. Es desconfiar del Poder y del Amor del Señor y de querer interpretar y razonar sus actos, su sabiduría y su poder. ¿No es este el hijo del carpintero? ¿De dónde le viene entonces esa sabiduría y poder? - Mt 13, 55-56 - Su fama ha crecido mucho hasta el punto de ser muchos los que se acercan a escuchar su Palabra y a suplicarle ser curados. Pero, siempre continúa el mismo peligro, ¿qué realmente buscamos? ¿Ser curados? ¿Que la vida se nos arregle según nuestras apetencias e intereses?
Posiblemente, nuestra condición humana busque eso, pero pensemos que los planes de Jesús son otros y Él nos ha mostrado y enseñado con su Vida y sus Obras. Tratemos, a la luz del Espíritu Santo, de entenderle.
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