Sabido que Juan estaba preso, Jesús se retira a Cafarnaúm y empieza a predicar invitando a la conversión. Sabe que ha llegado su hora y anuncia la llegada del Reino de Dios invitando a hacer penitencia. Y comienza el anuncio de la buena Noticia recorriendo lugares y sinagogas, curando y enseñando. Y así se cumple la profecías que dijo Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».
Desde ese momento empieza Jesús a proclamar la buena Noticia de salvación, y hoy continúa esa misma misión la Iglesia, y lo hace por medio de sus miembros bautizados. También nos toca a ti y a mí, como miembros de la Iglesia proclamar el Evangelio, la buena Noticia que Jesús, vino a traer al mundo. Es lo que estamos celebrando en estos momentos, la Navidad, que termina el próximo domingo con el Bautismo de Jesús.
Dejemos que esa Luz nacida en Belén nos alcance e ilumine nuestros corazones para que realmente nazca el Niño Dios en nosotros. Porque, para proclamarlo primero tenemos que recibirlo y conocerlo. Dejemos que la Luz de Jesús ilumine nuestros caminos y oscuridades; dejemos que so Voz resuene en nuestros corazones y que sus enseñanzas sean nuestra guia y señalen nuestros caminos.
Esforcémonos en escucharle y seguirle, tal como nos invito el Padre en su Bautismo en el Jordán, porque Él es el Hijo enviado, el predilecto y el amado. Hagamos lo que nos dice.
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