Jn 1,43-51 |
Todas nuestras inclinaciones, malas y buenas, nacen en el corazón. Por eso, no está el pecado en las cosas externas, sino en la que se fraguan dentro, en lo más profundo de nuestros corazones. Por eso, es posible que no conozcas a Jesús, pero, quizás, sin saberlo está muy cerca de ti. Tan cerca que lo encuentras dentro de ti mismo, en tu corazón. Porque, es de allí de donde arranca la verdad y también la mentira.
Eso fue lo sucedido con Natanael, que teniendo dudas de que de Nazaret pudiera haber cosa buena se deja llevar por el consejo de Felipe y se acerca al Señor. Porque, el primer paso, nuestro primer paso es acercarnos al Señor y tratar de escucharle e intentar conocerlo. Porque, de nada nos vale decir que creo si no me acerco a ver, a escuchar y, a ser posible, tocarlo. Porque, no se pude confesar que creo cuando lo que hago es mi voluntad y no su Voluntad.
El Señor conoce, como le descubrió a Natanael, nuestras intenciones, y sabe de lo que habita en nuestros corazones. Por lo tanto, respetando nuestra libertad, nos acoge y nos recibe cuando nuestra actitud es sincera y realmente busca la verdad. Es el caso de Natanael al que el Señor presenta como un hombre bueno, sin engaño y sincero. Y esa actitud y disponibilidad siempre tiene acogida por la Gracia del Señor. Pues, es su Gracia la que nos convierte, la que nos llena de sabiduría y de fortaleza.
Quizás nos falte a nosotros esa disponibilidad de acercarnos y confiar en el Señor, y, también, en dejarnos llevar por aquellos que nos aconsejan desde la verdad y buenas intenciones de sus corazones. Quizás sea ese paso el que nos falta. Pero, no se trata de eso sólo, sino de ser perseverante y renovar cada día ese deseo de acercamiento y de escucha y de activar tu voluntad de acuerdo con la Voluntad del Señor. En eso coincidiremos todos, la necesidad de la oración, la reflexión y el silencio necesario para centrarnos y no dejarnos arrastrar por el ambiente y las circunstancias de cada día.
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