Mc 8,27-33 |
Ahora es nuestro tiempo y tenemos que responder al Señor. Él nos espera, porque ha venido para salvar a aquellos que quieren y desean ser salvados. Pero, para eso necesita tu colaboración que empieza por creer en Él. Por eso, hoy reflexionamos sobre esa pregunta: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?». Pero, es una pregunta que necesita una respuesta cada día de nuestra vida. Porque, cada día, estamos dando, en nuestros actos, un testimonio de fe en el Señor.
No se trata de mostrarnos hoy creyente y mañana esconder la cabeza; no se trata de hoy apostar por el Señor, y mañana volver la mirada según nos convenga. Se trata de sostenernos firmes en la fidelidad a su Palabra y sostenernos en nuestra disponibilidad y esfuerzo por serle fiel. Se trata de ser solidarios con los demás hombres del planeta y, aunque estemos alejados por las distancias, culturas y circunstancias de los lugares y situaciones de todo tipo, sentirnos cercanos, solidarios e hijos de un mismo Padre.
Jesús nos descubre su itinerario: Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Se trata de la carta de presentación de su Pasión y Muerte, que, hoy, nosotros ya conocemos por el testimonio de sus apóstoles y, sobre todo, por la Iglesia que ha heredado esa misión. Y que sabemos que Jesús ha Resucitado y vive entre nosotros.
Ese es el fundamento de nuestra fe, que los apóstoles tuvieron que esperar a la Resurrección, al tercer día después de su muerte, para ir dándose cuenta de lo que les había dicho Jesús, y que hoy nosotros heredamos por la transmisión que ellos, a través de la Iglesia, nos han proclamado. Y hoy queremos confirmar nuestra fe injertados en el Espíritu Santo para responder a esa pregunta que el Señor espera de nosotros cada día: Señor, creo en Ti. Tú eres el hijo de Dios verdadero.
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