El Evangelio de hoy es la razón que mueve todos los resortes de mi corazón. Siempre he querido vivir, como creo que anhela todo ser humano, pero, la clave está en que muchos lo quieren, pero no creen que se pueda lograr. Y soy uno de tantos que sí creen que se pueda lograr. Yo creo en la Palabra de Jesús, porque creo que es el Hijo de Dios hecho Hombre y su Palabra es Palabra de Vida Eterna.
No hay otra aspiración mayor que la de vivir eternamente. A veces me encuentro con gente que, incluso después de haber tenido experiencias cercanas a la muerte o a la enfermedad no reaccionan a la oferta que tienen propuesta gratuitamente por el Señor. Siguen emperrados en el disfrute de esta vida cuando su tiempo está marcado y muchos por su edad lo tienen cerca.
¿Es qué están ciegos?, me pregunto. ¿Es qué sus corazones están sometidos y engañados por el demonio? No lo puedo entender por mucho que me esfuerzo en hacerlo. Sí, no puedo negar que apetece. A mí también, pero no por eso voy a cerrar los ojos y no ver que este tiempo se gasta rápido y por mucho que disfrute ahora llegará pronto la otra vida. ¡Y luego ya no hay remedio!
Algunos llegan hasta decir que si creen en el otro mundo, pero que no hay nada malo en disfrutar de este y cuando llegue el otro difrutaremos del otro. Otros consideran que se portan bien porque la vida con ellos se porta bien y lo pasan bien. Pero, ¿no has pensado que según vivas aquí te corresponderá vivir allí? No puedes desentenderte de todo el bien que puedes hacer en este mundo compartiendo todo lo que has recibido gratuitamente para el bien de los que, no teniendo nada, necesitan de ti, y luego, querer disfrutar también en el otro mundo. ¿Es qué no piensas sino en ti? Eso te descubre una actitud egoísta, encerrada en tu propio disfrute y pensando sólo en ti.
Y eso no se corresponde con el Amor que Dios te da para que tú como reflejo de Él lo compartas también con los demás. Luego, cuando hayas gastado tu tiempo aquí, disfrutando o no, allí recogerás tu cosecha. Y tú sabrás bien cual te corresponde. El Señor te iluminará para que veas claro que sitio te has ganado.
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