Supongo que aquel sábado los apóstoles estaban desolados y confundidos. Muchos no terminaron de creerse que Jesús resucitaría y casi ni lo comprendían. No cabía en sus cabezas y, después de mas de veinte siglos a nosotros nos ocurre igual. Muchos no creen en la resurrección; otros no la comprenden y, quizás por eso la rechazan, y otros se fían y, aún sin comprender, creen que Jesús Vive y ha Resucitado.
Indudablemente, es un misterio que no cabe en nuestra cabeza, pero basta su Palabra para creer en Él. Su estilo de vida, su Palabra y sus Obras nos lo dejan claro. Y también el testimonio de sus apóstoles, que siendo los primeros en no comprenderlo le vieron después resucitado. Tan prueba fue su presencia entre ellos que, por eso, nos ha llegado su Palabra hasta nosotros y por eso también creemos.
¡Qué sería de nosotros si los apóstoles, a través de la Iglesia, no hubiesen transmitido su Mensaje! ¡Esa Buena Noticia de Salvación! Esa es la prueba que nos anima y nos llena de esperanza. Esa es la fortaleza que nos deja constancia de la presencia de Jesús entre nosotros. Ese es el deseo que vive en nuestros corazones y que tiene respuesta en la Palabra de nuestro Señor.
Por eso, hoy también nosotros meditamos ese misterio en silencio, pero con unas renovadas esperanzas de sabernos resucitados en el Señor si perseveramos y creemos en Él. Porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Hoy actualizamos ese hermoso día de oscuridad que se hace día y Luz clara con su Resurrección. Tengamos fe y esperanza en su Palabra.
Te pedimos, Señor, que en estos momentos que actualizamos de tu Pasión y Muerte, veamos con más claridad y fervor tu Resurrección y tu presencia entre nosotros. Amén.
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