Mt 9,32-38 |
Nadie ha podido hacer ni dar lo que Jesús ha dado. Por eso es el Hijo de Dios, porque su Poder ha sido inigualable. Ha hecho prodigios y milagros que nunca se han visto, no sólo en Israel sino en todo el mundo. Nadie ha curado al enfermos y paralíticos como lo ha hecho Jesús. Nadie ha sido capaz de resucitar a personas que han perdido la vida, ni antes, ni en su momento ni después de Él.
Nunca nadie ha anunciado un mensaje de amor como lo ha hecho él. Un mensaje de amor que, todos nos damos cuenta, es la solución para el mundo. Un mensaje de amor lleno de bondad, de generosidad, de mansedumbre y gratuitamente. Un mensaje de amor incondicional e igual para todos los hombres y mujeres del mundo. Un mensaje de amor para buenos y malos. Nadie ha entregado su Vida de forma incondicional y gratuita para salvar a los hombres por amor. Una muerte que rescata al hombre y le da la posibilidad de alcanzar la Misericordia de Dios.
Realmente, ¿ha habido o hay alguien que haya podido parecerse a Jesús? Y sin embargo, muchos han creído, pero otros no. Y sigue ocurriendo eso. Muchos le siguen, pero otros se quedan a medias y algunos le rechazan. Y sin embargo, nadie puede igualarle ni siquiera imitarle. Nadie puede presentar y darnos su servicio, su entrega y su amor desinteresado y lleno de ternura y de misericordia. Jesús nos ha revelado el Rostro de su Padre Dios y en diversas parábolas nos ha presentado la forma de amarnos y su mensaje de salvación.
Hay quienes abrimos nuestros corazones a su Amor y, por su Gracia, le acogemos y creemos en Él. Sin embargo, otros se cierran a su Palabra y le quieren expulsar de este mundo. Es la lucha que experimentamos cada día en este mundo nuestro. El amor, que viene de Dios, y el mal que viene de aquellos que, incomprensiblemente no ven el Corazón amoroso de Dios.
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