Mt 22,1-14 |
Es fácil constatar que vamos ciegos por el mundo. La realidad se nos muestra clara y nos descubre como el mundo nos somete hasta el punto de dejarnos ciegos y esclavos de sus tentaciones y seducciones. Y es que, a pesar de "erre que erre" no terminamos de darnos cuenta que el mundo nos tiende una trampa hasta el punto de esclavizarnos, someternos y vendarnos los ojos. Porque, da abrirlos todo queda a la vista, pues la felicidad que tanto buscamos no se encuentra en este mundo.
Sí, es verdad. Este mundo es una buena oportunidad y un camino a través del cual podemos encontrar el camino, valga la redundancia, para llegar al Reino de Dios. Un Reino de amor, justicia y paz. Por eso, tomar conciencia de esa oportunidad que presenta nuestra vida en este mundo, es abrir los ojos, quitarnos la venda y descubrir que quien nos invita al Banquete de la Vida Eterna es el Rey, no sólo de este mundo, sino del Universo tanto visible como invisible.
Rechazar o cerrar nuestros ojos a esa realidad es negarnos a nosotros mismos y cambiar nuestra invitación a ser felices plenamente y a la Vida Eterna por un mundo caduco y de muerte. Se hace necesario y urgente abrir los ojos a esa invitación al Banquete Eterno. Una invitación para la que tenemos que estar preparados y bien ataviados con el traje de la Gracia y abierto y disponible a la acción del Espíritu Santo en actitud de dejarme modela según la Voluntad de mi Padre Dios.
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