Lc 6,27-38 |
Las Palabras de Jesús en el Evangelio de hoy definen claramente la única y verdadera actitud del cristiano. No hay otro camino sino el de negarte a ti mismo tal y como hizo Jesús: - Flp 2, 6-11 - Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, una muerte de cruz.
Me pregunto, ¿hay dolor mayor? ¿Hay humillación mayor? Y esa es nuestra meta, despojarnos de nuestra mentalidad humana, de nuestra cultura humana que valora y concibe el amor como un intercambio de bienes, de favores y de intereses para llegar a concebir un amor dado gratuitamente y sin ninguna contraprestación. Experimentamos que nos es imposible para nosotros, pero posible para Dios, realizado en su Naturaleza Humana en su Hijo nuestro Señor Jesucristo.
Y posible para nosotros si actuamos adheridos a él y abrimos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo. La cuestión es creer que Jesús está con nosotros y que actúa en nosotros. Convenía que Él ascendiera al Padre para que bajase a nosotros el Paráclito - Espíritu Santo - a dirigir nuestra vida, ¡claro, con nuestro permiso! y a darnos la capacidad, la fortaleza y todo lo necesario para , como hizo Jesús, darnos gratuitamente a los demás.
El primer paso es la fe. Esa fe que recibimos en el Bautismo y por la que esperamos alcanzar la salvación. Pedimos la fe y, dado este paso, ponernos en sus Manos. Pero, no nos confundamos, no se trata de hacer grandes cosas ni imitar a otros que han alcanzado esa santidad. Se trata de dejar que el Espíritu Santo haga en ti y en mí, es decir, en cada uno de nosotros su acción y, abandonados a Él dejarnos conducir por el camino de la verdad, la justicia y el amor.
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