Lc 17,20-25 |
No se nos esconde que un día nuestra vida llegará a su final en este mundo. Si algo es cierto es eso, pero, también sabemos que no será el final. Al menos, aquellos que creemos en la Resurrección anunciada por Jesucristo. Creemos que será el principio y comienzo de otra Vida, la definitiva, la verdadera y única, porque será continuación de esta aquí abajo.
Realmente, esta deseada Vida nueva es la que queremos todos y de alguna forma, consciente e inconsciente, la buscamos todos y deseamos alcanzarla. Esa es nuestra máxima aspiración, la Vida plena y gozosa junto y en la Gloria del Padre. Pero, ese Reino de Dios ya ha llegado con Jesús. Él es el Mesías enviado a anunciarlo esa Buena Noticia de Salvación, y en Él estamos ya salvados e invitados a compartir con Él la Gloria junto al Padre. Es decir, en otras palabras, el Reino de Dios está entre nosotros.
Pero, no solamente entre nosotros, dónde dos o tres se reunen... - Mt 18, 20 - sino también dentro de nosotros, en lo más profundo de nuestros corazones. Ha nacido en nosotros y vive en cada uno de nosotros esperando que le abramos nuestro corazones y le dejemos morar en nosotros para llevarnos, llenándonos de su Gracia, a la Gloria del Padre.
Es ahora el momento de la verdad de nuestra vida. Es la hora de decirle sí a Jesús y abrirle nuestro corazón y, tomado de su Mano Misericordiosa, peregrinar hacia la Casa del Padre, donde Él nos ha preparado una mansión - Jn 14, 2 -. Es cosa segura y garantía absoluta que Jesús vendrá tal y como nos ha dicho, pero no sabemos la hora ni el día, ni tampoco la forma ni el cómo. Vendrá, sí, pero no tratemos de descubrir como vendrá porque no está a nuestro alcance ni al alcance de nadie. Simplemente, estar preparados y con los brazos abiertos para acogernos humildemente a su Misericordia.
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