viernes, 15 de noviembre de 2019

LO QUE CUENTA ES EL PRESENTE


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Lc 17,26-37
Hemos oído muchas veces que lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana. Y tiene mucha razón, pues lo que no se haga hoy, ahora, se dejará de hacer en este momento, y, mañana será otro momento. Cada día trae su momento y cada momento su obra. Dejar de hacerla quedará perdida, porque la de mañana pertenece a otro día.

el tiempo es oro y cada instante que se pierda no se recupera, pues el tiempo no se para sino que continúa y pasa al siguiente instante. Podemos pensar y deducir que habrá muchos instantes vacíos y sin nada. Es decir, perdidos. Por lo tanto, cada día es un reto al que debemos de responder hoy y no dejarlo para mañana, porque al mañana le corresponde otro.

La fe hay que pedirla cada día y, la que corresponde al día de hoy no la puedes pedir mañana. Le corresponde hoy y, hoy, valga la redundancia, es cuando hay que pedirla. No sólo hay que pedirla cada día, sino que que hay también que abrirse a ella cada día. La fe de hoy no corresponderá a la de mañana, porque, mañana hay que volver a pedirla y a abrirse a ella. 

Se trata de empezar de nuevo cada día con un acto de fe que supone una nueva batalla por encontrarla. Una fe que nos alienta, nos llena de esperanza y nos mueve a estar preparados para el día final. Porque, llegará un día en el que vendrá el señor, tal y como nos ha prometido - Hb 10, 37 - y será el fin. Nuestro final o el final del mundo cuando toque. Pero, eso lo desconocemos nosotros. No sabemos el día ni la hora ni la forma como sucederá.

Por lo tanto, de eso se trata, de permanecer activos, atentos, vigilantes y preparados cada instante y cada día de nuestra vida. Preparados y disponibles para el Señor, y eso nos exigirá abrirle nuestro corazón, escuchar su Palabra y ponerla en práctica con todas nuestras fuerzas para que cuando venga nos encuentre esperándole y disponibles a su Misericordia.

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