María ve interrumpido sus planes ante la visita del Ángel Gabriel que le anuncia la elección de Dios para ser la Madre de su Hijo. Aceptar esa elección significa romper sus planes. ¿Qué dirá José, con quien está desposada y comparte un proyecto de vida común, ¿Qué pensarán sus padres, familiares, amigos y el mismo pueblo al observar su estado? La situación es enormemente complicada.
Sin embargo, ante todas estos inconvenientes y dificultades, María pone primero el Plan y la Voluntad de Dios. Abre su corazón a la disponibilidad de aceptar y responder a ese Plan que Dios ha pensado en ella. Gracias a María y a José la familia de Nazaret está preparada para servir de cuna, de hogar y de amor para que el Niño Dios crezca en estatura, sabiduría y gracia.
Pero, por otro lado, José entiende en sueños, por la Gracia de Dios, que lo que está ocurriendo en María es obra del Espíritu Santo. Confiado en la bondad y verdad de María, José se abre al Plan de Dios y cumple su Voluntad. A pesar de no entender se fía de su Palabra y acepta, por la fe, obedecer lo que Dios le propone.
Ahora, ¿qué hacemos nosotros? ¿Estamos también en esa disponibilidad y actitud? ¿Queremos nosotros también abrir nuestros corazones al Plan de Dios en nuestras vidas? Es esa la reflexión que trato de hacer delante de Dios y, abandonado en sus Manos, confiar en su Palabra y su Amor.
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