Mt 5,17-19 |
El ejemplo contrario lo representa su hermano, aquel que obedece y cumple las normas que el Padre le pone, pero que su corazón no está cerca de Él. Un hijo al que sólo le interesa cumplir para conseguir sus propósitos e intereses sin ir al fondo del espíritu y corazón de las personas. Un hijo que no sabe de sentimientos, debilidades y menos de perdón. Un hijo que no entiende la fragilidad humana, las tentaciones y seducciones del mundo y del pecado y sólo se limita a cumplir la ley sin más. Un hijo que no sabe de perdón, de misericordia ni de amor. Un hijo que atesora en su corazón méritos humanos, riqueza, bienes y aviva venganza, odio y rencor. Así descubrió su ira cuando supo de la llegada de su hermano.
Es a eso a la que se refiere Jesús, al mandamiento nuevo del amor. Amor a Dios y al prójimo, y ese mandamiento nadie puede saltárselo. No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar plenitud. Porque, sin el amor nada tiene sentido y la ley deja de ser ley. Porque, la ley se trasgrede cuando la intención se cuece y genera en el corazón de la persona humana. Es decir, es el corazón el que da sentido a la ley y exige su cumplimiento.
Por eso, el pecado no está afuera sino que nace en el corazón del hombre. Por tanto, la ley debe estar impregnada de amor, porque, muchas veces las intenciones no son las que parecen y la ley debe tener en cuenta el espíritu y la verdad que anida en el corazón. Miremos en Corazón de nuestro Padre que, siendo Infinitamente Justo, tiene Infinita Misericordia con sus hijos, si verdaderamente hay arrepentimiento y dolor de contrición en su corazón.
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