Me pongo en el lugar de los apóstoles y discípulos de Jesús. El entusiasmo de estar con Él y la alegría de las primeras proclamaciones quedan apagadas con la noticia sorprendente que Jesús nos da y comparte con ellos: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver». Supongo que a mí también me hubiesen dejado tocado, desanimado, entristecido y con ganas de abandonar.
Claro, hablaba de su muerte y Resurrección, pero los apóstoles no entendían nada y, puesto en su lugar, tampoco yo entendería nada. Por eso, lo he compartido muchas veces, hoy tenemos más ventajas que en aquel tiempo, pues sabemos, por el testimonio de aquellos apóstoles, que Jesús Resucitó y tenemos toda la historia, que así nos lo testimonia y nos descubre, que Jesús Resucitó al tercer día.
¿Hay mayor consuelo y, sobre todo, esperanza? Vivimos esperanzados en y por la Resurrección del Señor. Sí, es verdad que el camino no es cosa fácil y que se presenta duro y complicado. Es verdad que Jesús lo recorrió primero y su ruta es una ruta de muerte que concluye en la Cruz, pero una cruz, aparentemente de muerte, pero que termina en Cruz de Victoria y de Salvación.
Es verdad, repetimos, que la vida, nuestra vida, pasará por momentos difíciles, de sufrimientos, de dificultades y de cruz, pero, también sabemos y es verdad que el final es la victoria y el triunfo que nos espera en la Gloria del Señor. Él nos ha revelado y enseñado el Camino y, nosotros, confiados en su Palabra y sus Obras nos fiamos plenamente de su Camino, su Verdad y Vida. Esa es, realmente, las pruebas de nuestra fe que cada día nos salen a nuestro encuentro y que debemos, confiados en el Señor, de superar perseverando en Él.
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