Lc 1,57-66.80 |
Lo real y verdadero es que Juan cumplió con esa misión que le fue encomendada. Sé que la Gracia de Dios estaba con él y que el Espíritu de Dios le asistió en esa misión que le había sido encomendada, pero, también sé que era un hombre como yo, que sufrió y tuvo que poner mucho de su parte. Sé que tuvo sus dudas y vacilaciones en algún momento de su vida, pero también sé que se abandono en las Manos del Dios que le había enviado a anunciar y preparar el camino de su Hijo, el Mesías que había de venir a salvarnos y redimirnos.
El Evangelio nos dice que Juan vivía en lugares desiertos: El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel. Y es que, para prepararse y dar a conocer al Señor hay que, primero, aislarse, meditar y fortalecerse de y por la Gracia que el Espíritu infunde en nosotros para que, iluminados, favorecidos y disponibles, hagamos su Voluntad. Y fue eso lo que hizo Juan, dar cumplimiento a la elección que Dios hizo en él.
¿Estamos también nosotros dispuestos a, poniéndonos en sus Manos, hacer su Voluntad? Porque, tenemos que estar seguros, ¿lo estamos?, que Dios ha pensado en una misión para cada uno de nosotros. Descubrir qué quiere Dios de nosotros está en estrecha relación con nuestras habilidades, talentos y cualidades recibidas. Esforcémonos en darlas en servicio gratuitamente y el Espíritu Santo hará lo que nosotros no sepamos o podamos hacer.
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