Mt 13,36-43 |
Seguramente, muchos hemos tenido la oportunidad de haber oído este Evangelio, e incluso haberlo leído, pero, otra cosa es pasarlo por el corazón y llevarlo a la vida de cada día. Precisamente eso es lo que nos quiere decir Jesús con sus últimas palabras: ...y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Nadie puede ignorar que el mundo no es como nos lo pitan, porque, teniendo caminos buenos, también nos presenta caminos duros, oscuros, confusos y difíciles de superar. Evidentemente, hay enemigos que, irremediablemente, nos acompañan todo el camino de nuestra vida. Eso nos descubre y nos dice que la lucha será diaria, constante y sin tregua. Y no nos va a permitir descanso, ni respiro ni ningún tipo de aislamiento, porque, la individualidad y el quedarnos solo es ocasión para que el Maligno nos tiente, nos seduzca y nos abata.
Conviene, pues, permanecer en el grupo, en la comunidad, en la parroquia y junto a aquellos que, como nosotros, permanecemos en la lucha firme con el objetivo de sostenernos unidos y permanecer injertados en el Señor, porque, el Maligno nos acecha y está pronto a sembrar aquellas semillas que intentarán seducirnos y arrastrarnos al mal produciendo malos y envenenados frutos.
Sin embargo, nuestra esperanza no será defraudada y al final se descubrirá que la mejor opción y el mejor negocio es optar por permanecer unido al Señor y, agarrados a Él, confiar en que nuestros frutos serán buenos.
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