Si tuviera que hacer una lista de mis gustos y deseos, saldrían muchas cosas que, en principio me apetecen, pero, luego no llenan mi alma de gozo y felicidad. Son instantes que, al igual que aparecen, desaparecen fugazmente. Por la Gracia de Dios, sé distinguir, de momento, lo bueno de lo no bueno e incluso lo malo. Sé apreciar y gustar lo que satisface y da gozo con sabor a eternidad de lo que es fugaz y huele a podredumbre e infelicidad.
Tener fe, aunque la medida de la misma sea poca, es escuchar la Palabra que nos dirige Jesús y, rumiada en mi corazón, llevarla a la vida para vivirla. Es decir, ponerla en práctica. Por tanto, se trata de dar la vuelta a esa posible lista de gustos y deseos y emprender el camino contrario siguiendo y realizando la Voluntad de Dios.
Tener fe es caminar en la actitud de perder mi aparente vida para ganar la real, la verdadera, que empieza cuando ésta se halla perdido aparentemente. Porque, la realidad es que la hemos ganado. Ganar, pues, la vida es hacer lo contrario a nuestros deseos y apetencias egoístas, porque, se trata de vivir, a pesar de los pesares, según la Voluntad de Dios y no según la mía. Y cuando estás abierto a eso y me esfuerzo en ponerlo en práctica, estoy descubriendo que tengo fe.
Por tanto, mi reflexión trata de descubrirme como pecador y amigo de mis gustos y apetencias, que no son precisamente las de mi Padre Dios. Y eso me lo dice Jesús, su Hijo predilecto, enviado a este mundo para guiarnos y no dejar que nos quedemos en nosotros mismos sino, comprometidos podamos romper esa descomprometida y acomodada apetencia a hacer lo que nos gusta y ganar esta vida arriesgando perder la otra, la única verdadera y Eterna.
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