Mt 4,12-17.23-25 |
El despertar de cada día es un regalo de Dios. Un regalo hermoso que nos despierta y descubre que estamos vivo. Y es que la vida es un regalo inigualable, porque, nuestro Padre Dios nos da la vida no por un tiempo ni para una época, sino nos la regala para siempre. Dios nos da la Vida Eterna.
Pero, mientras, vivimos la vida de este mundo como una invitación a "convertirnos", a darle vuelta a nuestra vida y orientarla a ese Niño Dios que nace cada día en nuestros corazones y que nos invita a la conversión. Una conversión que nos pide darle vuelta al orden de tus prioridades. ¿Qué es lo primero en tu vida? ¿Qué ocupa el centro de tu vida? ¿Cuál es tu meta y tu objetivo? ¿Qué persigues y a dónde te diriges?
Ir dando respuestas a esas preguntas que cohabitan y duermen en nuestros corazones nos abrirán caminos de conversión y transformará nuestros corazones en corazones nuevos capaces de amar al estil que nos ama nuestro Padre Dios. Un Padre que se abaja y tomando naturaleza humana se encarna en ese Niño Dios que, presentado como el Predilecto del Padre en el Jordán, recorre Galilea enseñando en sus sinagogas e invitándonos a la conversión proclamando que el Reino de Dios está cerca.
Por nuestra parte está el aceptar esa invitación o mostrarnos indiferente a la misma seducidos por las ofertas de este mundo que, en apariencias de felicidad, nos seducen y nos engañan arrastrándonos al pecado y a la perdición. De ti y de mí depende.
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