Amar
no es simplemente cumplir ni hacer el bien. Amar lleva implícito algo más. Es
darse gratuitamente sin esperar recompensa y darse a sí mismo, olvidándose de
sí mismo, valga la redundancia. Es lo que movió a Pedro a ofrecerle al Señor
hacer tres tiendas para ellos – Moisés, Elías y Jesús – sin acordarse de ellos
tres. Estaban tan bien que todo lo demás les sobraba. Amar es, precisamente
eso, es sentirse tan gozoso y a gusto dándose que simplemente eso basta. El ejemplo
lo hemos vivido y experimentados en y con nuestros padres. Dan su vida por sus
hijos. ¿Cómo será el Amor Infinito del Señor?
Jesús
quiere regalarnos una experiencia de amor. Un amor misericordioso que no tiene
en cuenta nuestras faltas ni pecados. Su Misericordia es plena y perdona todo sin
tener en cuanta nuestros fallos. Esa es la manera de amar que Jesús nos presenta
y vive. Y, así tendremos nosotros que amar si queremos seguirle. Amar a quienes
nos aman y a quienes no nos aman, Es decir, a amigos y enemigos. Porque,
precisamente, en los enemigos es donde se prueba el auténtico y verdadero amor.
Fácil es amar cuando la corriente va a nuestro favor, pero, amar cuando la
tempestad nos amenaza e irrumpe en nuestra vida se hace más difícil. Diría que,
sin la ayuda del Espíritu Santo, nos sería imposible.
Sucede
que no nos damos cuenta, pero, los bautizados, hemos recibido el Espíritu Santo
en el momento de nuestro bautismo, y, posiblemente, los de corazón bien
intencionado no adviertan su presencia, pero, Él está ahí actuando. Porque,
para eso ha venido, para asistirnos, auxiliarnos y fortalecernos en la lucha de
cada día en nuestro peregrinar a la Casa del Padre.
No hay otra manera de amar. No trates de buscar un amor cómodo, a media y adaptarlo a tus comodidades e intereses. Eso no es amar. Amar es un compromiso. Así nos ama nuestro Padre Dios. Vivamos en actitud compasiva y misericordiosa tratando de medir con la misma medida que deseo y quiero que me midan a mí, pues, esa será la medida que tendrá.
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