Pero,
por tu naturaleza herida y pecadora, estás tentado a elegir otro camino más
cómodo, ancho y espacioso. Un camino donde tus apetencias, instintos, pasiones
y ambiciones tienen vía libre para satisfacerse. Pero, un camino con final
triste y trágico, un camino de eternidad de sufrimiento y dolor. Una verdadera
tragedia. Es el camino de la mentira.
Mi
humilde consejo: elegir la puerta estrecha. Ese camino en búsqueda de la Verdad
con mayúscula. Un camino que desecha y se despoja de las apariencias. Un camino
donde te muestras tal como eres, con tus defectos, con tus ambiciones y
pecados, pero, un camino de esfuerzo por mejorar, por despojarte de todo
aquello que te aleja de la verdad y te invita a mentir, a aparentar y a
mostrarte engañosamente como lo que no eres.
Un
camino donde las apariencias tratan de ocultarte y mentir con falsos
cumplimientos que luego no se traducen en realidad. Mandan las circunstancias y
tus caras y actos se adecuan a ellas. Son los que presumen de primeros puestos
en los banquetes y los asientos de honor en las celebraciones; son los que les
gustan que le hagan reverencias y ser admirados en las plazas y ser llamados maestros.
Jesús deja todo muy claro en el Evangelio de Mateo 23, 1-12: En
aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la
cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y
observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no
hacen. Atan cargas pesadas y las echan a…
Solo tenemos una Referencia: El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús. Él, nos lo ha dicho el mismo, es el Camino, la Verdad y la Vida, y sólo Él nos guía y nos conduce al redil del buen Pastor. Él es nuestro único Maestro y en quien debemos fijarnos y escuchar todo lo que su Palabra nos enseña. Y, como Él ha hecho, tratemos de ser últimos – servidores – para ser primero; humillarnos para ser enaltecidos.
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