Lc 9,28-36 |
Todos
pensamos que la vida es hermosa, pero, hay momentos que dudamos de eso que
pensamos. Sobre todo, cuando la oscuridad se hace presente y todo parece que se
derrumba. Se nos viene el mundo abajo y, lo que nos parecía hermoso, ahora se
nos vuelve odioso y trágico. Es evidente, la experiencia nos no corrobora, que
la vida presenta momentos y circunstancias alegres, de gozo y felicidad, pero,
también, momentos de tristeza, desolación, angustia y dolor.
Sin
embargo, lo que nunca debemos perder es la esperanza. Sin esperanza es
imposible vivir y avanzar. Posiblemente, la falta de esperanza provoca la depresión
y, en consecuencia, el disparate. Siempre, si confiamos en Dios, hay motivos y
razones para la esperanza. Precisamente, hoy, nos narra el Evangelio el
episodio del Tabor. Jesús se hace acompañar por Pedro, Santiago y Juan, quizás
tres de los apóstoles más aventajados, para que suban con Él al monte y le
acompañen a orar. Allí, junto a Jesús, todo es hermoso hasta el punto de que
Pedro, olvidándose de él y sus compañeros, propone a Jesús hacer tres tiendas
para que Él, Moisés y Elías, que ven junto a Jesús.
Junto
a Jesús todo se ve de otra forma. Posiblemente, los problemas son los mismos,
pero las forma de afrontarlos son diferentes. La Misericordia de Dios, que no
nos registra ni tiene en cuenta nuestros fallos y pecados, nos levanta, nos
anima y nos invita a seguir el camino. Un camino lleno de dificultades – vamos hacia
la cruz – pero un camino de esperanza y Resurrección. La presencia de Moisés y
Elías así lo testifican y lo atestiguan. Ellos han resucitados y, también
nosotros, por los méritos de Jesús, resucitaremos también.
Pero
es bueno saber y aceptar la Infinita Misericordia de Dios, nuestro Padre. Después
de, aproximadamente, o más, dos mil años. Nosotros gozamos de la gran ventaja
de saber que Jesús nos adelanta la prueba de su Resurrección. Es un alto en el
camino que nos motiva y nos da esperanza. Ellos, los apóstoles no comprendieron
lo que habían visto, pero, más tarde lo entendieron cuando, sobre todo Pedro y
Juan, comprobaron que el sepulcro estaba vacío. En la Transfiguración, Jesús,
les mostró su esplendor y su Resurrección, a pesar de que había que seguir el
camino hacia Jerusalén, donde iba a ser crucificado. Vivamos con esperanza y
ánimo, también nosotros, ese camino cuaresmal hasta el momento de la
Resurrección.
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