sábado, 2 de abril de 2022

JUNTO A LAS BUENAS HIERBAS, CRECEN TAMBIÉN LAS MALAS

Jn 7,40-53

La vida nos enseña que el mal está presente, y que, al igual que han sido sembradas las buenas hierbas, también, el Maligno, se ha encargado de sembrar las malas. Y, es evidente, que junto a las buenas crecerán también las malas. Y, son estas, las malas, las que se resistirán a aceptar la verdad, lo bueno y lo justo. Son las que se empeñarán en falsear la realidad con el propósito de conseguir beneficiarse egoístamente y alcanzar sus intereses, poder y riqueza. Lo de siempre, la lucha del mal contra el bien.

Muchos de los que escuchaban a Jesús quedan admirados y entusiasmado. Decían: «Éste es verdaderamente el profeta». Otros decían: «Éste es el Cristo». Pero otros replicaban: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?». Siempre hay discusión – el mal enfrente del bien – y diferencias entre unos que creen y se abren a la Palabra, y otros que se resisten. Lo decíamos ayer, es cuestión de fe. Indudablemente, hay razones para creer, pero, también sombras y oscuridades que, por consiguiente, exigen fe. Fiarnos de la Palabra de Dios, que habla con autoridad y que, coherentemente, lo que dice se cumple.

La autoridad de Jesús es admirable y hasta los soldados quedan sorprendido de sus Palabras. Los fariseos, al contrario, piensan que se han dejado embaucar por las palabras de Jesús debido a su ignorancia de la Ley. Ponen de ejemplo a los magistrados y fariseos como personas preparadas a las que no convencen. Están convencido, de Galilea no puede salir ningún Profeta. Aplican la Escritura según les convengan a sus intereses.  Sin embargo, Nicodemo, que es uno de ellos, conoce a Jesús, le ha escuchado en secreto y sale en su defensa alegando que la Ley judía exigía escuchar al acusado.

Pero, por encima de estas tensiones y discusiones, lo que verdaderamente importa es cuál es nuestra postura ante Jesús. ¿Creemos en Él? ¿Aceptamos su Palabra? Y, a pesar de nuestros pecados, fallos y debilidades, le seguimos y, por y con su Gracia, nos levantamos siguiendo sus pasos. ¿Es esa nuestra conclusión? ¿Nos animamos a ello?

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