Quizás
no te hayas hecho esa pregunta o no le hayas dado importancia. Tu vida resistirá
las tempestades si está bien apoyada. Por tanto, conviene darle respuesta a
esta pregunta y edificar tu vida sobre roca solida para que las tempestades, de
tu propia vida, no la derrumben. Ahora, se trata de buscar esa roca solida que
resista esas tempestades, y no es cuestión fácil. Primero: porque no se
encuentra en este mundo; segundo: porque hay que abrir los ojos del alma y
levantar la mirada para encontrarla.
Esa
Roca que buscamos está tan cerca de ti que quizás sea ese el problema de no
verla. Está dentro de ti, en lo más profundo de tu corazón como un Tesoro
escondido que, descubierto, te dará la fortaleza y la consistencia para superar
todas esas tempestades que la vida te presenta. Es la sustancia de la que está
hecha tu corazón – el amor – donde tendrás que apoyar tu vida. Un amor
sostenido en el Amor Misericordioso de Dios. En Él encontrarás la fortaleza
para resistir todos los embates de la vida.
Y
estando en Él tus frutos serán buenos. Porque, cuando es el Amor de Dios lo que
inunda tu corazón, tus frutos será productos del amor bueno y misericordioso
semejante a Dios. Pero, si dejas que tu corazón lo inunde el mundo, demonio y
la carne, tus frutos serán dañinos y reflejos de esa maldad perversa que se
instala dentro de tu corazón.
—Es
así, el mal nace en el corazón del hombre. Un corazón que se deja arrastrar por
la concupiscencia, las pasiones, las riquezas y el afán de poder —comentó
Manuel.
—¿Y
por qué ocurre eso? —preguntó Pedro.
—Porque
nacemos manchados por el pecado original. Nuestra naturaleza es débil y fácil
de ser seducida por el pecado, y de nos estar bien posicionado y fundamentado
en el Señor, te seduce y te arrastra al mal.
—Conviene
entonces no descuidarse y permanecer junto al Señor.
—Ser constante y perseverante y confiar plenamente en Él, aunque vengan tiempos malos. En y con Él superaremos todas las tempestades.
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