Lc 6,39-42 |
Es
una tendencia natural, vemos primeros los defectos del otro que los míos
propios. Es una inclinación humana propiciada por nuestro pecado original.
Nacemos manchados y, aunque el bautismo nos limpia, la tendencia propia es
volver a caer. Con esto se pone de manifiesto nuestra debilidad. Necesitamos
ayuda, pero no una ayuda cualquiera, porque las ayudas de este mundo están
también manchadas y marcadas con el mismo pecado. Necesitamos una ayuda que
venga de arriba, de otro mundo. Necesitamos la Gracia del Espíritu Santo que,
desde la hora del bautismo nos auxilia, fortalece y ayuda para combatir las
malas inclinaciones de nuestra naturaleza herida por el pecado.
Por
todo ello, se hace necesario primero mirar para ti mismo y sacarte la viga que
le impide a tu ojo ver claramente, para, luego, limpiar quizás la mota del ojo
de tu prójimo. La humildad es la medicina que cura tu prepotencia, tu ignorancia
y tu perversidad. Porque, mientras te creas sabio, prepotente esconderás dentro
de ti esa perversidad que te inclina a hacer el mal o a no mirar con bondad y
amor misericordioso a tu prójimo.
Por
tanto, nunca permitas que tu guía sea otro ciego como tú, porque, de ser así lo
más probable es que los dos caigan en el hoyo y se pierdan. Pero, es evidente,
que para ello, primero conviene limpiar bien tu viga y, limpio, ver con
claridad de quien te debes fiar y dejar guiarte. De esa manera podrás tú
también, injertado en el Espíritu Santo, guiar a otros al buen redil.
—La
ignorancia es mala compañía —argumentó Manuel. Es como permitir que otro ciego –
ignorante como tú – sea tu guía. Por tanto, el mundo, que guarda mucha
ignorancia, no debe ser nunca tu guía, por guiado por el mundo perderás tu don
más preciado, el alma. Y las consecuencias será irreparables.
—¿Y
qué hacer al respecto —preguntó Pedro.
—Simplemente,
ponerte en manos de quien es el Camino, la Verdad y la Vida. Solo Él te guiará
por el camino que lleva a la salvación.
—¿Y
dónde está ese Camino, Verdad y Vida?
—Búscalo en la Palabra de Dios. Allí verás como limpiar primero tu ojo, para, luego, limpiar el de tu prójimo.
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