Jn 13, 1-15 |
Es el último gesto
que hace Jesús reunidos con los apóstoles. Se inclina, se pone a la altura de
cada uno y le sirve lavándole los pies. Un gesto de servicio, de humildad y,
sobre todo, de amor. Un gesto de despedida reforzado en las circunstancias
últimas de su vida y en el momento último de estar con ellos en este mundo. Un
gesto que resume y contiene toda su misión y que nos deja para que también
nosotros lo vivamos como señal de fidelidad y de signo de amor a Él.
Es el primer y único mandato que el Señor nos manda y que nos lo dice haciéndolo el mismo en una actitud de servicio que a Pedro le costó aceptar hasta que Jesús lo puso en la disyuntiva de Él o contra El. Es el mandato único del Amor. Un amor que se hace visible y se concreta en el Amor al prójimo. Podíamos concluir con esas palabras con las que termina el Evangelio de hoy jueves: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».
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