Por sus frutos los
conoceréis. Esa es la realidad, conocemos a las personas por el rastro que va
dejando sus frutos. Sin embargo, los frutos en muchas ocasiones no se ven, o,
al menos, no todos. Hay muchas veces que el trabajo constante, perseverante y
bueno no, aparentemente, parece dar frutos, sin embargo, los frutos están.
Aparecerán cuando Dios quiera. Los frutos son de Dios y es Él quien los
recogerá cuando lo crea oportuno.
La realidad es que
hay mucha apariencia y mucha mala intención escondida en la mentira vestida de
verdad. Y eso hay que saber distinguirlo muy bien para no caer en la trampa ni
dejarnos embaucar por esos que aparentando decir la verdad nos están mintiendo.
¡A propósito, mucho de eso estamos viviendo estos últimos años sobre todo en el
mundo de la política!
Todo se ve mucho
más claro cuando miramos la cosecha de resultados que van dejando la obra con
aquellos que nos relacionamos y que creemos conocer. Serán sus frutos los que nos
dirán quienes son y como viven. Y de la misma manera discerniremos nuestra
actuar y vivir cristiano observando los frutos que nuestra vida va dejando en
el paso a paso de nuestro vivir de cada día.
Y no se nos puede esconder donde y cuales son nuestros frutos: ¿Dónde y en qué gastamos nuestro tiempo? ¿Quién ocupa el centro de nuestra vida? ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿Con quienes nos relacionamos? ¿En qué lugar están los débiles y pequeños en nuestra vida? ¿Cuán es nuestra relación con Dios? Porque según todos esos aspectos de nuestras vida serán así también nuestros frutos.
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