Todo lo que nos
anuncia y de lo que nos da testimonio Jesús está en el Corazón de su Padre. Ese
es su mensaje, revelarnos la Infinita Misericordia de su Padre, al que Él lleva
impreso en su corazón. Toda su obra se reduce a eso: «Mostrarnos
el Amor Infinito de su Padre» E invitarnos a
vivir y actuar según la Voluntad de su Padre.
Y para eso, Él, es
su testigo, su testimonio y su Hijo Predilecto. De ahí el verdadero sentido de
que Él es realmente el Camino, la Verdad y la Vida. Un Camino que nos enseña
con su propia Vida desde su más tierna infancia llena de peligros, incertidumbre
y de sacrificios (Nacimiento en Belén, huida a Egipto, perdido y hallado en el
Templo, Nazaret…). Una Verdad que nace en su Palabra y se muestra con sus obras
y testimonios. Una Verdad que es coherente entre su Palabra y sus Obras. Y una
Vida que se nos entrega y se nos da hasta el extremo de morir en la Cruz para
redimirnos de nuestros pecados.
Él es precisamente
ese Hijo enviado y prometido – Is 7,14 – quien va, no sólo a anunciarnos, sino
también a mostrarnos con su amor la Infinita Misericordia de su Padre y su
locura de Amor por salvarnos. Y es tanta hasta el extremos de que Él, su Hijo,
se entrega a una muerte de cruz para salvar la de cada uno de nosotros. Y lo
hace porque esa es la Voluntad de su Padre, amarnos hasta el extremo de darse plenamente.
De modo que darnos
cuenta de que tenemos un Padre Dios que nos quiere con un Amor Infinito y
Misericordioso es el objetivo del Anuncio de nuestro Señor Jesús (Parábola del
Padre amoroso o hijo pródigo – Lc 15, 1-3.11-32. Un Padre que nos espera, que
nos llena de abrazo y que en su Casa seremos inmensamente feliz.
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