Posiblemente lo
hayas experientado en esos momentos que has sido perdonado o has perdonado.
Experimentas como si te quitaras un peso de encima. Te sientes más liberado,
más libre, más ligero y gozo interior. No cabe ninguna duda que así es. Tu
propia experiencia así te lo descubre.
Eso fue lo que pasó
en aquel momento cuando le presentaron al paralítico delante de Jesús. Lo
primero fue perdonarle sus pecados para que se sintiera liberado y reiniciara
su vida; lo segundo, ante la incredulidad de los que estaban presente – también
fariseos y maestros de la ley – Jesús aprovecha para mostrarle su poder de
curar esa parálisis física que le otorga el poder también de perdonar los
pecados.
Hoy está
sucediendo lo mismo. Hay muchos milagros que, incluso viéndolos, no queremos
ver ni aceptar. Tratamos de justificarlo con nuestros razonamientos humanos,
torpes y limitados, distorsionando la realidad y auto engañándonos a nosotros
mismos. Se repite más de lo mismo.
Nos resistimos a aceptar el perdón y a perdonar tal y como somos perdonados. Lo decimos en el Padrenuestro, pero muchos no son conscientes al decirlo y no creen en el perdón. Y eso nos impide renovarnos y levantarnos, tomar nuestra camilla y empezar de nuevo.
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