domingo, 27 de julio de 2008

LA PARÁBOLA DEL HIJO PRODIGO (II)







Celebrado el perdón como lo celebra el PADRE recobramos todo nuestro sentido y la vida renace de nuevo en nosotros. Un hombre puede hundirse más profundamente en el pecado que otro, pero en el momento que nos desviamos de DIOS, somos ya completamente malos. ¡Ojo!, lo peor de esta historia no es el sufrimiento y el dolor; lo peor es que ese sufrimiento y dolor nos haga más malo y nos pierda en la soberbia y el orgullo. Hay ejemplos donde podemos mirarnos en una u otra actitud. Judas, Pedro, Magdalena... etc.

La maravilla de nuestra voluntad es activar nuestra libertad para realizar nuestro bien: "el retorno a la Casa del PADRE. Ese es nuestro camino y nuestro, aún siendo regalo, mérito de colaboración con el ESPÍRITU. Y ese no fue el camino elegido por su otro hermano. Como observamos poco se habla de él en la parábola y nada, o casi nada, se deja ver en el primer vídeo y completamente nada en este segundo.

Sin embargo, la parábola queda abierta a la posible entrada del segundo hermano. Acaba de llegar uno, pero resulta que ahora el otro se tambalea y está fuera. Por qué? ¿Que ha pasado con su total obediencia al PADRE? ¿Qué ocurre para que ahora ponga en duda la Palabra de su PADRE y por el fruto prohibido se incline a creer más en el diablo? Al parecer el diablo era más amigo para él que su PADRE, pues tenía más confianza en la palabra de satanás que en la que su PADRE le había dicho.

Satanás es mentiroso desde el principio. Invita a una felicidad ficticia y edificada en arena que sucumbe en las primeras tormentas y contratiempos. Las historias reflejadas en las parábolas son las historias de muchos de nosotros. Habrá muchos matices diferentes y otros caminos, pero el resultado viene a ser el mismo. Sólo en la casa de nuestro PADRE estaremos feliz. Se hace, pues, necesario la Cruz de CRISTO para manifestarlo y, así, entenderlo como apreciamos al final de las parábolas.

El deseo de ser mi propio maestro termina por transformarme en mi propio esclavo. Es la cultura que se quiere implantar ahora: "el hombre por el hombre como dueño y señor de su propio destino". Deseamos nuestra libertad y perdemos nuestra dignidad equiparándonos a los animales: aborto - eutanasia - droga - hedonismo - materialismo - corrupción - consumismo... etc; ya estamos poniéndonos a su misma altura: "proyecto simio". De ser el dueño y señor de la creación y estar todo sometido a y para nuestro bien, nos sometemos nosotros a la esclavitud del mundo creado. Ya no deseamos ser felices, sino que nos contentamos sólo con llenar nuestro estomago. Nuestros deseos han quedado igualados al de los animales.

Volver en sí es despertar y darme cuenta que estoy llamado a metas superiores; es despertar y comprender que he sido creado para alcanzar la plena felicidad que late dentro de mí. Es despertar y entender que tengo un PADRE que me llama y me promete saciarme de todo lo que anhelo. Es salir de mí mismo y dar un giro en mi camino que me permita sentir la experiencia de experimentarme salvado.

Y no significa que tengo que llegar a cuidar cerdos para experimentar mi propio encuentro, también me puede pasar a mí instalado a la entrada del atrio sagrado o acomodado en mis propios pensamientos y reclinado en la Casa de mi PADRE. ¿Cual es la actitud de mi hermano? Obediente, solícito y cumplidor no se planteaba otra cosa que obedecer los mandatos del PADRE. Satisfecho de su propia conducta, el hermano mayor, cegado por su propio ego de buen hijo, sólo se ocupa de cosas que están fuera del él mismo: sus obras, sus placeres, sus asuntos, su familia, más él no encuentra las horas de silencio necesarias para su examen personal, ni la valentía para considerar la condición de su alma.

Se enoja y no quiere participar de la alegría. Se niega a entrar. Aplica su propia justicia humana; la propia de nuestro corazón natural; la del publicano; la de Caín. Terrible obstáculo para la salvación. Se excluye a si mismo del gozo reinante en la Casa del PADRE, porque él quería estar allí, no a causa del amor del PADRE, sino a causa de su propia conducta, de su obediencia y de sus obras; de su propia prepotencia y suficiencia.

Le molesta que el PADRE perdone y sea misericordioso. Sólo se justifica por sus obras y sus hechos comparándolos con los de su hermano: yo que siempre te he obedecido sin haber traspasado jamás tu mandamiento y nunca me has dado un cabrito para gozarme con mis amigos. Aquel que se justifica a si mismo razona de esta manera. El cielo es sólo para personas como yo; es menester ganar el cielo por las buenas obras. Para él es absurdo pensar que las personas más viles pudiesen entrar allí sin buenas obras, sólo por el simple hecho de haber creído y arrepentirse, ejemplo del buen ladrón. Más la justicia de DIOS no discurre de ese modo, pues conoce nuestra naturaleza y nos sabe necesitados de su perdón.

Esperamos llenarnos de humildad y pedir la sabiduría, como Salomón, para encontrar el camino de volver en sí y dar los pasos en la luz del PADRE para entrar llenos de gozo en su Casa.

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