No sólo me planto, sino que me tienen que demostrar, ¡y muy clarito!, a mi manera y gusto, que TÚ eres DIOS. ¡Vamos!, que tienes que demostrarme una y mil veces, y las que hagan falta,a que eres DIOS hasta que yo lo crea y me convenza.
Ese era el sentimiento de aquella gente a la que JESÚS llama "perversa y adultera", pues no sólo se resistían a la evidencia, sino que se constituían en señores con derecho a ser tratados como a ellos le apetecía. ¡Y continuamos así!
Exigimos que se nos demuestre que JESÚS es DIOS; exigimos que baje alguien, ya muerto, a decirnos que es verdad, que estamos resucitados y salvados en JESÚS, por su Muerte y Resurrección. Exigimos y nos encontramos con derecho a todo, y nada es nuestro y, es más, todo se nos ha sido dado. Nos bastaría reconocer que DIOS es mi destino y mi fin último porque lo que más busco y quiero es ser eterno y feliz, y eso lo alcanzo cuando realmente empiezo a amar como JESÚS me ama.
Dame, SEÑOR, un corazón infinito como el tuyo
para amarte y amar a mis hermanos como
TÚ me has enseñado. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.