Antepone su obediencia a los padres de la tierra, a su obediencia al PADRE del Cielo. Y es que lo primero de todo es el amor y la obediencia a nuestro PADRE DIOS que está en el Cielo. Muchas veces, por no decir siempre, obedecemos a nuestros padres, amigos, superiores o jefes antes que a la voz y la conciencia que nuestro PADRE del Cielo nos interpela.
Nuestro corazón debe estar lleno sólo de DIOS y ser ÉL lo primero que ocupe todo nuestro ser y actuar en nuestra vida. Todo lo demás vendrá por añadidura, porque estando con, por y para DIOS, estaremos también sirviendo y amando a nuestros padres, familia, amigos y enemigos.
Como María, SEÑOR, enséñanos a guardar todas
las cosas en nuestro corazón para desde el
servirte y obedecerte. Amén.
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