Esa es la pregunta, ¿qué clase de tierra soy? ¿Soy tierra fértil, abonada con la pobreza y el estiércol de mi vida y mezclada con las virtudes que, por la Gracia del Sembrador, nuestro PADRE DIOS, he recibido? ¿Soy tierra que deja y permite hundir las afiladas garras del arado en la basura de mi vida, para que amasada con el agua y el calor del sol, fructifique y de de los frutos que de ella se espera?
Una cosa es segura, el cuidado y el trabajo del Sembrador no va a faltar ni a fallar, pero depende de mí, por su Gracia, que mi tierra se transforme en tierra de buenos frutos, de generosidad y bondad, de disponibilidad y generosidad, de paz y amor. No faltará la bondad del abono, el calor reconfortante, la poda de la hierba mala, el peligro de las acechanzas que amenazan esterilidad y muerte, pero la siembra, injertado en el Sembrador, dará sus buenos frutos. Todo dependerá que me deje sembrar.
Quiero ser semilla sembrada por TI, SEÑOR.
Sembrada y cultivada por la Gracia
de tu agua, esa agua que
salta hasta la vida
Eterna.
Dame la fe, la virtud de la fortaleza para
que con paciencia y perseverancia
mi vida quede injertada en
tu vida. Amén.
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