lunes, 11 de julio de 2011

UNA CONSTANTE LUCHA INTERIOR (Mt 10, 34-11, 1)


La semilla tiene que morir para dar paso a la raíz que germinará y dará frutos. Nuestro amor propio (nuestra semilla) tendrá que someterse a el amor de DIOS, el Sembrador, y, por ÉL, también al amor de los demás, para dar frutos. Y eso significa morir a si mismo.

Si hay algún otro amor intermedio que dificultad e interfiere el Amor a DIOS y a los demás, no habrá sintonía perfecta y única que haga crecer ininterrumpidamente ese Amor y que viva en su presencia creciendo en conversión.

Por eso, todo lo que se interponga: Padre, hija, madre, suegra, nuera y enemigos de todo tipo debe de estar sometido, incluso la cruz de cada día, al amor a DIOS y a los demás. Esa debe ser la meta, el objetivo que anide en nuestro corazón. Y todo lo que no sea así indica que nuestro amor no ha madurado en la presencia de DIOS, no ha experimentado un encuentro verdadero, está sometido y apegado a las pasiones y teme perder su vida terrena y mundana.

Porque el que la pierde por JESÚS será el que verdaderamente la encuentra y la salva. Por eso, se hace necesario darse porque aquel que se da en el nombre del SEÑOR recibirá el ciento por uno.

Te pido, SEÑOR, el espíritu de fortaleza para
no desfallecer y el don de la paciencia
para perseverar en tu Palabra sin
titubeos ni desánimos. Amén.

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