miércoles, 9 de noviembre de 2011

NUNCA PODRÁ SER DESTRUIDA

BASÍLICA DE LETRÁN (Jn 2, 13-22)

La Iglesia nunca podrá ser destruida. Y no podrán destruirla porque tú y yo somos templo del ESPÍRITU SANTO, donde mora la Santísima Trinidad, DIOS, Uno y Trino. Para destruir a la Iglesia hará falta destruir a toda la humanidad viviente, porque donde haya un creyente y bautizado, allí estará viva y presente la Iglesia.

Por eso, JESÚS, viendo en que se había convertido el Templo, la Casa de oración, expulsó a todos los que la utilizaban como lugar de negocio y encuentro mercantil. Su Casa era Casa de oración, y no podía convertirse en una cueva de ladrones y tramposos.

Proclama, JESÚS, que ese Templo de oración será construido, caso de ser destruido, en tres días, haciendo referencia a su propia Resurrección. Y así lo entendieron los apóstoles después de su muerte.

Las primeras comunidades se reunían para orar y celebrar la fracción del pan. Lo hacían en casas particulares. Más tarde, supongo que por la necesidad de verse todos juntos y por espacios, construyeron templos apropiados para celebrar la fe. Así nació la Basílica de San Juan de Letrán, fiesta que celebramos hoy, símbolo de la unidad de todas las iglesias del mundo con la Iglesia de Roma. 

No permitas que nadie nos arrebate ese lugar
donde, TÚ, mi SEÑOR, ocupas el
centro de nuestras miradas.

Estás en nuestro corazón, y habitas en él, pero
necesitamos tenerte vivo, presente, bajo
las especies de pan y vino, según
TÚ quisiste quedarte, en un
lugar construido sólo y
expresamente para TI. Amén.

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