lunes, 8 de julio de 2013

DIOS SE DEJA GANAR EN TU CONFIANZA

(Mt 9,18-26)


Lo único que tenemos es el gran don de la libertad. Por que Dios así lo ha querido, el único animal que es capaz de rechazarle e ir contra su Voluntad es el hombre. Podemos negarle la sonrisa al Señor y también contravenir sus mandatos. Por lo tanto, diríamos que a Dios le hace falta nuestra libertad. Él se ata las Manos ante nuestra libertad.

Es fácil suponer que, porque Él ha querido, lo que Dios estima mucho es nuestra confianza y nuestra fe. Es lo que realmente nos pide: "creer en Él". Así que un acto de fe y confianza le motiva y, diríamos para entendernos, le derrumba y le mueve a darnos tanto amor y misericordia.

No puede abstenerse de responder a esa confianza depositada por el magistrado para que acudiese a resucitar a su hija con solo la imposición de sus Manos. ¿Se puede tener mayor confianza? El evangelista Mateo resalta la obediencia pronta de Jesús al acudir a esa llamada: "Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos". De igual manera ocurre con aquella mujer que aprovecha su camino para alcanzarle y simplemente tocarle. Confiaba ciegamente que se curaría con solo tocarle.

Jesús, no nos pide grandes proezas ni éxitos, solo nos pide la libertad de nuestra confianza, que Él ha venido para salvarnos. Y estamos salvados si verdaderamente le creemos. Él nos moverá y nos guiará por caminos de amor y nos dará el poder de hacer lo mismo que Él hace. El magistrado y la mujer que padecía flujos de sangre nos lo descubren.




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