(Lc 10,25-37) |
No es, el amor, algo que se dice, se rumorea, se habla y nadie lo ha visto. No, el amor es algo que se nota en gran manera y se nota hasta el punto de producir efectos tan maravillosos como que cambia la vida de cualquier persona. Así, el amor que el Padre nos tiene a cada uno de nosotros, por insignificante que nos creamos, es tanto que nos hace importantes, grandes y dichosos hasta la eternidad.
Un amor que desborda hasta el punto de derramarse y contagiar a otros. Sólo si no nos llenamos en abundancia seremos capaces de no derramarlos e interrumpir la cadena de contagiar amor del bueno, del que nos transmite Jesús. Hoy, en su Palabra, nos transmite como hemos de vivir ese amor, y a través de la parábola del buen samaritano nos sienta el criterio de cómo hay que amar.
Pero, ¡abramos los ojos en el Espíritu Santo!, para darnos cuenta que cada día y a cada instante hay muchos prójimos que necesitan la asistencia de un buen samaritano. Porque soy un buen samaritano cuando estoy atento y respondo al saludo de los demás; cuando tomo conciencia que con quienes me relaciono son hermanos en Xto. Jesús, y reclaman todas mis atenciones; porque también, con y en nuestros blogs, damos nuestro servicio, nuestro tiempo, nuestro apoyo y compartimos nuestra fe... Hay muchos momentos de nuestro cada día en los que podemos ser un buen samaritano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.