(Mt 11,20-24) |
La mentira alumbra la oscuridad porque no tiene luz de verdad. Y en la oscuridad nuestro camino es inseguro, confuso, dubitativo, inestable, perdido y falso. Falso porque no conduce a ningún lugar, se pierde en el vacío y nos precipita a la perdición.
Se presenta encumbrado en apariencia de maravilla, de felicidad, de promesas vanas y superfluas, pero no esconde sino perdición y muerte. Por eso, la Verdad tiene que ser proclamada para que no haya nadie que la ignore. Porque, aquellos que, porque la verdad no llegue a ellos, se vean precipitados al vacío, tendrán un juicio con menos rigor que los que rechazan la Verdad que les ha sido revelada.
Hoy, Jesús nos dice: «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón
se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día
del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras».
Es nuestra responsabilidad abrir nuestros ojos, al menos pedírselos a nuestro Padre Dios, para acoger con humildad y confianza la Palabra que Jesús nos revela, y en Él ser fortalecidos para vivirla y cumplirla.
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