(Lc 4,16-30) |
No buscan la liberación los que se experimentan liberados, ni los satisfechos, sino los oprimidos, los cautivos, los pobres y los que sufren enfermedad y explotación. Son ellos los destinatarios de la venida de Jesús, y a ellos se dirige su Mensaje de la Buena Nueva: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a
los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Sin embargo, los satisfechos son exigentes y exigen pruebas de lo que Jesús ha hecho en otros lugares. Quieren verse sorprendidos, pues el origen de Jesús no les convence: «¿No es éste el hijo de José?». Así Jesús manifiesta que ningún profeta es bien recibido en su patria. Él lo experimenta en su propia carne.
Hoy continua sucediendo lo mismo. Lo de casa no sirve. Nos atrae más nuevas doctrinas o religiones, o nuevas filosofías que prometen, bajo apariencias, felicidad inmediata, pero efímera y vacía de contenido. Por eso, la Buena Nueva es siempre acogida en aquellos que sienten necesidad de ser liberados: "Los pobres".
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