(Mc 10,1-12) |
Sé que hay separaciones y frustraciones matrimoniales. Sé que hay hasta razones por las que parecen justificadas algunas separaciones, y sé que las familias, por estas separaciones, están en peligro. Hay muchas situaciones que no entiendo y en algunos momentos me desoriento y me pierdo. Como tus discípulos, Señor, hoy quiero yo también preguntarte para que me lo aclares más y mejor.
Es claro que donde hay amor el separarse no tiene sentido, y también es claro que muchas separaciones están motivadas por un egoísmo utilitarista y placentero que, desaparecido este, la atracción desaparece y, demagógicamente, lo confunden, porque interesa y es lo más fácil, con amor.
El amor que no es verdadero, y por lo tanto no es amor, está asentado en una conducta individualista desprovista y vacía de responsabilidad. Esto es todo lo contrario al amor, es la antítesis del amor, y en este sentido diría que todas las separaciones derivan de esa realidad. Cuando el amor es verdadero esto no sucede porque viene del Señor y está garantizado y unido por Dios.
Así, la familia, célula y fermento de la convivencia en el amor, hace justicia y genera paz. Y los pueblos, nacidos de familias juntas, garantizan la convivencia entre hombres responsables y de buena voluntad. Es el ideal de todos los pueblos pero están ciegos por los egoísmos que el demonio alimenta entre ellos.
Sólo el Señor es la solución que nos dará luz y fuerzas para desterrar el libertinaje e irresponsabilidad y acoger el verdadero amor responsable que nos una en paz y justicia.
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