(Jn 13,21-33.36-38) |
Ocurre muchas veces en nuestra vida, de repente se hace de noche y la oscuridad reina en nuestro corazón. La oscuridad de nuestra soberbia, de nuestra vanidad, de nuestra suficiencia, de nuestra avaricia... que nos hacen subir, creernos más que otros, dignos de elogios, de privilegios, de centro de los demás, de tenidos como importantes, de ser servidos más que servir, de...
Y las tinieblas nos ciegan, nos confunden, nos mueven a actuar, ni como creemos ni como debemos, sino como no debemos actuar y en sintonía con el Maligno. Así le ocurrió a Judas aquella noche, se alejó de Jesús y perdió su contacto, su diálogo con Él... y las tinieblas se apoderaron de su corazón. Y así también nos ocurre a cada uno de nosotros cuando pensamos que sin el Señor podemos encontrar el camino y la solución a nuestros problemas.
Ese es el efecto del pecado, una ruptura con Dios pensando que en las cosas de este mundo encontraremos solución y remedio a nuestro deseo de paz, alegría y felicidad. Y nada más lejos de la realidad. La solución pasa únicamente por el regreso a Dios en Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida y en Él ha sido glorificado el Padre, y el Padre lo glorificará a Él y en Él nosotros seremos también, por el Amor del Padre y el Hijo, glorificados.
Gracias Señor por tu Inmenso Amor y por tu Misericordia, pues a pesar de romper contigo por nuestro amor a nosotros mismos, Tú, Misericordiosamente, nos perdona y nos abre tus brazos para acogernos y salvarnos.
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