(Jn 12,1-11) |
Si nuestras protestas fuesen coherentes no serían muy frecuentes. Parece un pareado con ritmo, pero tiene mucho de verdad, porque cuando se protesta debe ser porque tenemos una opción mejor y estamos dispuestos a comprometernos en ponerla en practica.
Muchas veces nuestras protestas esconden segundas intenciones. Segundas intenciones contaminadas de envidias o venganzas. Cuando las cosas se miran con ojos limpios se ven de otra forma. Nuestra fe, por llamarla fe, está cegada por pasiones y razones adulteradas, porque sólo creemos lo que nos interesa y lo que favorece a nuestro egoísmo.
Queremos ver para creer, y visto preguntamos y buscamos razones para desmentir, porque lo que nos interesa es no creer. Muchos se acercan a Betania para ver a ese amigo de Jesús, Lázaro, y comprobar que es verdad lo que se dice: "Lázaro ha sido resucitado por Jesús". Experimentamos que no creemos lo que se dice en este caso, pero sí otras cosas con menos consistencias y sin ninguna demostración. Muchos testigos presenciales afirmaban la resurrección de Lázaro, pero agotamos esa posibilidad de verlo con nuestros propios ojos antes de dar nuestro brazo a torcer.
Todo lo que hablara y proclamara la Verdad del Hijo del Hombre era perseguido, pues amenazaba con acabar con sus poderes religiosos. Incluso Lázaro fue sentenciado también a muerte, pues su presencia y vida era un testimonio y prueba de la Verdad y de que Jesús ere el Hijo de Dios.
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